Voy a intentar hacer un horario de esos días llenos de sol, esos días un poco rotos, raros, llenos de humo, un poco llenos de café negro.
Voy a hablar en presente porque para nosotros los gatos no existe el pasado. O bueno, sí existe, lo que pasa es que lo ignoramos. En cuanto al futuro nos parece que es pura y física mierda. Sólo existe el presente y punto.
La mañana está perfecta para suicidarse.
Me gusta ese mareo a esta hora cuando no es normal que uno esté un poco ebrio, un poco triste, un poco como vuelto mierda.
La veo y pienso que en verdad haga lo que se le dé la puta gana conmigo.
La tarde está un poco triste. Un poco rota. Un poco difusa.
… y le promete que se emborracharán con vodka en una tarde de sol y que irán a la playa y le comprará una pelota de colores y le dirá que la ama. Pura mierda.
Tetas más o menos. Culo más o menos. Piernas más o menos. De todos modos creo que con un par de vinos la cosa mejoraría notablemente.
Volviste hacia mí y nos pusimos a hablar, hablamos de todo, creo que hablé de tus cigarrillos y te pedí que me dejaras pasar la noche contigo, pero tú me dijiste que qué va, que no era posible y me dieron ganas de escribir tu nombre en el cielo, cerca de las nubes, ganas de escribir tu nombre con whisky, con vodka, con cerveza, con pequeños gritos, con sudores…
El día olía a opio y también un poco a ti…
Entonces sacaste la botella de vodka para ensopar esa noche de domingo con un poco de alcohol, claro nena, hazlo, tomemos un poco, un poco para matar el tedio, un poco para estar el uno junto al otro, un poco para mirarnos a través del reflejo del cristal de la botella, claro muñeca…
Todo empezó a dar vueltas. Estábamos mareados. Eran casi las diez de la noche y teníamos las manos llenas de frío. Estábamos tú y yo. Tú y yo en el recoveco de un domingo absurdo totalmente salpicados de oscuridades. Tú y yo, rotos, frágiles, dementes. Vueltos mierda. Felices bajo la lluvia.
Atravesaban los días a través de canciones rotas e inconclusas. A lo mejor se venían a encontrar al final del día, cuando sus canciones ya se estaban acabando y entonces quedaban instalados en medios de dos silencios y se miraban, se tocaban, se despojaban de todo ese ruido que se les había pegado a lo largo del día.
Ella era como un compendio de murmullos oscuros que latían frente a él.
Oye, ven a mis brazos, tengo ganas... deja ver qué tienes ya va siendo hora… ven hacia acá quiero meterte la lengua entre los dientes quiero el último de tus sudores paren esta mierda.
Regresé a la ciudad y me dieron ganas de tener una sobredosis.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario