Algunas de mis favoritas:
Flaubert:
- Cuidado con la tristeza. Es un vicio.
- Es necesario siempre esperar cuando se esta desesperado, y dudar cuando se espera.
- No le demos al mundo armas contra nosotros, porque las utilizará.
- La manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella.
Antonio Tabucci: (En una de sus obras alusivas a Fernando Pessoa)
-Su único gran amor.
-Porque la vida es una locura y tú sabrás como vivir la locura.
-La mejor hora para encontrarse contigo, es la hora de los fantasmas.
-Si vas a marcharte, hay algunas cosas de las que tenemos que hablar.
-Antes de sumergirnos en la oscuridad tenemos que hablar de algunas cosas.
-Todas aquellas cartas de amor que le escribiste eran ridículas, creo que todas las cartas de amor son ridículas, en fin, te defendí del ridículo, espero que me estés agradecido.
-Has de saber que en mi vida yo también he amado, con consciente dolor.
-La luna era tan plenamente escenográfica, tan plenamente mía. Pero en aquel tiempo yo era un estúpido, ironizaba sobre la vida, no sabía gozar de la vida que me había sido concedida, y así perdí la oportunidad, y mi vida se ha disipado.
-Y después susurró: Tal vez no todas las cartas de amor sean ridículas.
-La mía es una obra noctura.
-La vida es indescifrable, nunca hay que preguntar, nunca hay que creer, todo está oculto.
-Reclinó la cabeza sobre la almohada y se quedó dormido. Si por un instante o por unas horas, no habría sabido decirlo.
-Voy a escribir un capítulo eufórico en mi diario disfórico.
Baudelaire: (De su obra El Spleen de París)
-Pero, a decir verdad, creo que mi celo no me haya traído suerte. Tan pronto como comencé mi trabajo, me di cuenta que no sólo me quedaba muy lejos de mi misterioso y brillante modelo, sino, más aún, que estaba haciendo algo (si a esto se le puede llamar algo) totalmente distinto, accidente que, a cualquiera que no fuese yo enorgullecería, sin duda, pero que no puede sino humillar profundamente a un espíritu que cree que el más alto honor de un poeta es el de realizar con exactitud lo que proyectó llevar a cabo.
-¿Amigos? Empleas una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.
-¡Amo las nubes..., las nubes que pasan..., allá, allá lejos..., las maravillosas nubes!
-Ya ha pasado la edad de agradar incluso a los inocentes, y damos miedo a los pequeños a quienes queremos amar!
-Qué penetrantes son los atardeceres de otoño! [...] Hay algunas sensaciones deliciosas en las que lo vago no excluye la intensidad.
-¡Gran delicia es la de ahogar la mirada en la inmensidad del cielo y del mar!
-Te pareces al público a quien nunca se le debe ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente escogida.
-No pueden explicar de donde les viene súbitamente, esa loca energía a esas almas perezosas y voluptuosas, y como, incapaces de realizar las cosas más sencillas y más necesarias, encuentran en un determinado minuto un valor suficiente para ejecutar los actos más absurdos, y, a menudo, incluso, los más peligrosos.
-Pero, ¿qué le importa la eternidad de la condena a quien ha encontrado en un segundo lo infinito del goce?
-¡Hay tan pocos entretenimientos que no sean culpables!
-Volví mis ojos hacia los tuyos, mi querido amor, para leer en ellos mi pensamiento, me sumergí en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habitados por el Capricho e inspirados por la Luna.
-Hay que estar siempre embriagado. Para no sentir la horrible carga del Tiempo que rompe vuestros hombros y os inclina hacia la tierra. De vino, de poesía o de virtud, a vuestro gusto. Pero embriagaos.
Rimbaud: (De su obra Una temporada en el infierno)
-Me he secado al aire del crimen.
Y le he hecho buenas jugadas a la locura.
La primavera me ha traído la espantosa risa del idiota.
-Comprendo, y al no saber explicarme sin palabras paganas, quisiera callarme.
-¿Qué corazones romperé? ¿Qué mentira debo mantener?
-No añoro el siglo de los corazones sensibles. Cada cual tiene su razón, desprecio y caridad: conservo mi lugar en la cima de esta angélica escala de cordura.
-Me espanta [SU] estupidez.
-¡Y el veneno, este beso mil veces maldito! Mi debilidad, ¡la crueldad de mi mundo! Dios mío, piedad, escondedme, ¡a duras penas me sostengo! Estoy oculto y no lo estoy.
-Cuando me parecía verle apático, le acompañaba, precisamente yo, en extrañas y complejas actividades, lejos, buenas o malas: estaba segura de no penetrar nunca en su mundo. Cuántas horas de la noche he pasado en vela, junto a su querido cuerpo dormido, preguntándome el por qué de una necesidad tan intensa de evasión de la realidad.
-¡Luego expliqué mis mágicos sofismas con la alucinación de las palabras!
-Nuestras relaciones con el mundo son enteramente convenientes.
-Es una hermosa ventaja el que pueda reírme de los falsos amores y avergonzar a esas engañosas parejas; y me será permitido poseer la verdad en un alma y en un cuerpo.
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